HISTORIA DE LA COCINA

Nadie sabrá a ciencia cierta cuando sucedió, pero lo que si es indiscutible, es que desde que aprendió a cocinar los alimentos, sus hábitos culinarios no volvieron a ser lo mismo.

Con el descubrimiento del fuego, los primeros pobladores pasaron de ser simples nómadas recolectores que consumían los alimentos crudos y sin limpiar, a ser grupos humanos que se reunían en torno a una fogata en la que no solo se alentaban, sino que cocinaban sus presas de caza.

Posteriormente se desarrollaron técnicas para preparar los productos de la incipiente agricultura. Con el advenimiento de la cerámica se descubrieron las infinitas ventajas de cocer en una sola vasija carnes, raíces, hierbas y frutos (origen de las actuales sopas) y simultáneamente se encontraron sabores distintos, condimentos primarios que al ser agregados sistemáticamente daban un agradable sabor a las preparaciones.

Accidentalmente o no, el fuego hizo parte de la rutina diaria en la preparación de alimentos y en la conservación de los mismos, ahora problema fundamental, sobre todo cuando se acercaban los periodos de invierno  y escasez.

Cuando inicialmente el hombre se alimentaba solo de la caza o de la pesca y de frutos silvestres, tenía la necesidad de vivir cerca de los lugares donde estaba la caza, de los ríos o del mar donde pescaba, así como en las cercanías de los arboles que lo abastecían de aquellos frutos.

Alejarse de esos lugares podía acarrear el hambre y probablemente por ello tendía a vivir en círculos de pocas decenas de kilómetros. Máxime, cuando en sus salidas encontraba alguna paraje que reuniera alguna de las tres posibilidades de abastecerlo, podía pasas varios días en el.

La aparición de la agricultura y su aprovechamiento, le permitió ya establecerse en distintos lugares, sin necesidad de que tuvieran alguna de las anteriores características, puesto que la agricultura las sustituía.

Pero, durante el invierno, la emigración de determinadas especies de la caza y los campos helados, sin ninguna duda propiciaron la extinción de más de una familia o tribu.

Institintivamente, y comenzando por el deseo de conservar los alimentos de la rapiña de los animales o de otros hombres, debió enterrarlos o guardarlos en lo más profundo de su caverna; así pudo darse cuenta de que en principio aguantaba más días su conservación, aunque inexorablemente vio también como su preciosa comida desaparecía bajo un montón de gusanos y hongos.

Con el tiempo  advertía que, al caer la nieve cubriendo la carne , pasados los días se mantenía en buen estado y aprendió así que el frio  intenso que mas de una vez  le hizo pensar en seres del más allá en ataque contra todo lo existente, estaba  de su parte y le ofrecía una ayuda importante.

Así con toda probabilidad, los dos primeros elementos que el hombre tuvo para conservar sus alimentos fueron  el frio y el fuego.

En esta forma, en un proceso sin duda complejo y largo, el fuego se hizo sagrado y como tal fue adrado y conservado por castas durante miles de años, por diferentes civilizaciones.

Hasta la imperial Roma llegó el rito sagrado de mantener perennemente el fuego encendido; las vestales, obligadas a mantenerse vírgenes para servir a un señor poderoso, tenían como una de las misiones principales el cuidado del fuego sagrado.

 

 

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